
¿Cuánto había de escenificación en la historia de amor entre Trump y Musk? La pelea de fango en la que se ha convertido este idilio, que ha pasado del blanco al negro a toda velocidad, nos lleva a pensar que eran ciertos los vaticinios de los analistas que, desde el primer momento, ya predijeron la ruptura con el argumento de que no podía haber dos gallos tan egomaniacos compartiendo poder. Pero creo que, siendo verdad el innegable narcisismo de ambos, hay más cosas que guardan relación con el signo de los tiempos.

Donald Trump y Elon Musk el día de la despedida de este de la Casa Blanca
Musk financió la campaña de Trump y él le regaló un cargo para recortar gasto público y déficit y, de paso, proteger las generosas ayudas que reciben las empresas del magnate, sea a través de su programa espacial y de satélites, o por desgravaciones al coche eléctrico que favorecen a Tesla. Hasta aquí nada inesperado; muchos presidentes han tenido ayuda y complicidad con magnates que luego han recibido embajadas o cargos que les han devuelto el favor.
El exabrupto para contentar a los fans domina la comunicación pública
Las formas fueron más inesperadas: declaraciones de amor, exhibicionismo y un histrionismo de ambos que sorprendía por parte de personas llamadas a tener una responsabilidad tan grande. Pero se entiende mejor si añadimos que su terreno comunicativo son las redes sociales (es conocido su desprecio y odio contra periodistas y medios), hasta el punto de que los dos tienen una propia. Trump tiene Truth Social, donde se asegura que solo se cuenta su versión de la vida, y Elon Musk se compró Twitter para convertirla, con la ayuda del algoritmo, en un nido de conspiranoicos de extrema derecha. Y el mundo de las redes es el mundo del a favor o en contra, del like o del odio y el insulto, del blanco o el negro.
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No es raro que hayan pasado de adorarse a insultarse y amenazarse usando estos medios. Es lo que hacen muchos otros de forma anónima, seguros de su impunidad para conseguir adhesiones y sentirse importantes. El exabrupto para contentar a los fans domina la comunicación pública. Sea en Estados Unidos o en España, donde una presidenta autonómica se ha comido a la extrema derecha gracias a copiar el esperpento y la guerra de barro. Estrujar la democracia es solo un daño colateral.