
El ruido político es cada vez más estruendoso alrededor de la Reserva Federal de EEUU, el banco central más vigilado del planeta. El presidente del país, Donald Trump, está intensificando su labor de acoso y derribo sobre el actual presidente del organismo, Jerome Powell, al que él mismo nombró en su primer mandato en la Casa Blanca. Fiel a la ortodoxia de un banquero central, Powell está pausando los recortes de los tipos de interés con el recuerdo muy presente de la crisis inflacionaria posterior a la pandemia. Enfrente tiene a un Trump que, si en su primera etapa, ya le presionó para que hubiera tipos bajos, ahora lo está insultando prácticamente a diario, ha amenazado varias veces con su despido y ahora parece estar pasando a la acción de una forma más artera.
Según ha informado el Wall Street Journal, el presidente de EEUU sopesa anunciar pronto (en teoría, después de verano, septiembre u octubre) el nombre de la persona que sustituirá a Powell cuando expire su mandato en 2026. Trump aboga así por una de las operaciones que manejaban las casas de análisis tras comprobar el mandatario en abril que echar a Powell por las bravas no era tan fácil y tendría efectos muy peligrosos en los mercados. Elegir a una suerte de ‘presidente de la Fed en la sombra’ que durante meses desgaste a Powell y mine su labor en los meses que le queden al frente del organismo. Este sustituto deslizaría públicamente una opinión más acomodaticia en lo que a política monetaria se refiere, haciendo una mediática oposición a Powell e influyendo en cierto modo en otros funcionarios encargados de fijar los tipos. Con todo, ya solo la noticia del WSJ ha llevado al dólar a mínimos de tres años.
“Las opciones de las que dispone Trump para socavar realmente la independencia de la Fed son bastante limitadas. Lo que sin duda continuará es su dura retórica contra Powell. El único movimiento preocupante sería el nombramiento de un presidente de la Fed ‘en la sombra’ que choque públicamente con Powell -aunque a cualquier posible candidato le interesaría mantener un perfil bajo para ser confirmado por el Senado-. Por lo tanto, la intromisión de Trump en la política monetaria podría ser sólo ruido y nada más, pero aún así podría tener consecuencias para los mercados – ya que se sumaría a la incertidumbre en torno a la guerra comercial y la trayectoria fiscal de la Fed”, analizaba hace unos días Edoardo Campanella, alto responsable de UniCredit Research.
Los movimientos internos en la Fed ocurridos en los últimos días ya habían hecho levantar suspicacias. Con una línea oficial muy marcada a favor de mantener los tipos por encima del 4% hasta que el panorama se aclare y teniendo en cuenta que los aranceles de Trump deberían ser inflacionarios, ha sorprendido que dos destacados miembros del Comité de Mercado Abierto (FOMC), los que fijan las tasas, hayan roto la baraja. Tanto Christopher Waller como Michelle Bowman, gobernadores de la Fed, un cargo con algo más de predicamento interno que el de los presidentes de la reservas federales regionales, han salido a la palestra defendiendo que haya recortes de tipos ya en julio porque la eventual inflación derivada de los aranceles sería en todo caso transitoria.
Este posicionamiento público de ambos funcionarios, nombrados en su momento por Trump y con Bowman recientemente nombrada vicepresidenta de supervisión, ha generado mucho revuelo. Sobre todo porque se ha dado poco antes de que Powell compareciera ante los legisladores de EEUU y porque los gobernadores de la Fed no suelen discrepar en público de la línea oficial. Ha sorprendido incluso más este pronunciamiento de Bowman cuando ha sido destacada halcón, oponiéndose en su momento al recorte ‘jumbo’ de 50 puntos básicos que decretó la Fed el año pasado. “Esto lo hace tal vez tratando de vencer para ser la próximo presidenta de la Fed”, apuntan desde Capital Economics.
En las últimas horas, desde los pasillos de la cumbre de la OTAN, Trump ha confirmado que está ultimando la lista de candidatos para sustituir a Powell, asegurando que ya tiene “tres o cuatro personas” en mente, aunque no ha dado ningún nombre. El nombre que más fuerza ha cobrado en las quinielas es el de Kevin Warsh, antiguo gobernador de la Reserva Federal (fue miembro de la Junta de Gobernadores entre 2006 y 2011) y una figura con fuertes vínculos con Wall Street y el mundo académico al mismo tiempo. Warsh ha criticado en el pasado la excesiva prudencia de la Fed y comparte con Trump una visión más audaz en política monetaria, lo que le convierte en el favorito dentro de los círculos más próximos al expresidente. Aunque ya fue considerado para el cargo en 2017, entonces Powell le ganó la partida. Esta vez, el contexto político y económico podría jugar a su favor.
Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional, es otro de los candidatos que ha rondado por la cabeza del presidente Trump. Sin embargo, el propio Wall Street Journal asegura que el mismo Hassett ha declinado la oferta (antes de recibirla) porque no está interesado en ese trabajo.
Volviendo a Waller y Bowman, su inclusión en la terna refleja una posible estrategia de continuidad institucional con un giro más acomodaticio. Waller, conocido por su postura relativamente dovish, podría resultar aceptable tanto para Trump como para los mercados. Bowman, por su parte, ha representado la voz de la banca dentro del organismo y también ha expresado cierta simpatía hacia una política más flexible en tiempos de tensión económica. Bowman también es una de las grandes defensoras de establecer un mayor lazo entre la deuda pública americana y los bancos nacionales (es decir, que los bancos de EEUU compren más bonos del Tesoro), una estrategia que es clave para llevar a cabo el Plan Pensilvania que pretende evitar un estallido de la deuda en EEUU. Ambos serían candidatos viables si Trump opta por alguien con experiencia interna y menor perfil mediático.
En cambio, parece descartado el nombre de Scott Bessent, actual Secretario del Tesoro de EEUU y uno de los colaboradores más formados y respetados de Donald Trump, pese a haber sonado con fuerza en fases anteriores del proceso, su perfil le hace perfecto para ocupar el papel que desempeña en la actualidad.
Candidatos aptos, pero… ¿tendenciosos?
“Es normal que los presidentes estadounidenses nominen a personas de su confianza para puestos clave. Sin embargo, esto no significa seleccionar a una persona incompetente. Por el momento, entre los posibles candidatos principales para la Fed figuran personas que no son demasiado alarmantes para los mercados”, se consuela Campanella desde UniCredit.
También existen importantes controles y equilibrios, señala en analista: “El presidente de la Fed debe ser confirmado por el Senado, y este proceso debería filtrar a los candidatos no cualificados. Además, incluso si se elige a un candidato no apto, no hay que olvidar que la Fed es una institución impulsada por el consenso. La política monetaria la fija el FOMC, compuesto por siete gobernadores, que son nombrados por el presidente y luego confirmados por el Senado, y cinco de los 12 presidentes de los Bancos de la Reserva Federal, que son nombrados para mandatos de 14 años de forma dispersa (de modo que el presidente no puede sustituirlos a todos a la vez). Las decisiones se toman por mayoría, y cada miembro (presidente de la Fed incluido) sólo tiene un voto”.
Esto significa que un presidente de la Fed políticamente sesgado tendría dificultades para impulsar una agenda política que se desviara del doble mandato del banco central, interpreta el economista. “Una vez más, los participantes en el mercado podrían desconfiar inicialmente de un candidato que no les satisfaga, pero los controles y equilibrios estatutarios deberían bastar para preservar la independencia. Las cosas se pondrían más desestabilizadoras para los mercados si el nuevo presidente resultara ser demasiado ideológico y tendencioso. Si priorizara el crecimiento sobre la inflación en un momento de aumento de la deuda pública, podría ser financieramente inquietante. El presidente de la Fed, después de todo, tiende a establecer la agenda del FOMC. Peor aún para los mercados sería un escenario en el que un presidente sesgado alienara al FOMC, dejando al banco central sin una dirección clara y un liderazgo sólido”, cierra Campanella.