

De Bruyne se despide del Etihad / X
Quería darle una despedida especial a Kevin De Bruyne. No sé muy bien por qué, pero siempre me he sentido muy identificado con él. Tal vez porque, cuando menos cautivado me sentía por el fútbol, aparecieron sus golpeos, sus pases y su manera de entender el juego para reengancharme. O por su personalidad, natural y un tanto tímida, completamente necesaria en un panorama cada vez más cercano al show, a lo viral y, por ende, a lo artificial.
El belga no continuará en el Etihad la próxima temporada, y el equipo que se lo lleve será muy afortunado. No solo por incorporar a un ‘superclase’ -que aún tiene cuerda para un par de años a muy buen nivel-, si no por quedarse con un compañero ejemplar. Siempre he tenido admiración por quienes consiguen brillar sin ‘apagar’ al de al lado, sin protagonismos reclamados para dejar su huella. En este saco coloco, sin duda, a Kevin.
Tirando de memoria, creo que le he visto sonreír más veces por asistir a un compañero que por un golazo propio. Por eso, cuando el City decidió no renovarle, sentí, en parte, su dolor. Porque si los skyblues han llegado donde están, más allá de por Pep Guardiola y unos recursos económicos envidiables, es por futbolistas como él.
Kevin De Bruyne ha sido -y sigue siendo- un gran motivo para tener fe en el fútbol. En el de verdad. En el que la cabeza prima por encima de cualquier cosa, también del físico -si las piernas acompañan, claro-. En el que cada pase tiene sentido, y cada jugada, un propósito. En el que el azar existe, pero se reduce exponencialmente con trabajo y sacrificio.
Dicen que toda historia tiene un final. La suya con el City termina a los 33 años, después de una temporada complicada y con la tristeza de no seguir en el club al que se entregó por completo. Pero se va con el cariño de una afición que lo idolatra y de unos compañeros que lo echarán de menos tanto o más que él a ellos. Muestra de ello: los 5.000 euros que Haaland puso de su bolsillo para prepararle un tifo inolvidable en Wembley. No hay dinero que compre ese respeto.
Y ahora, Kevin se va. Con aún mucho fútbol en sus botas. Su mirada grita en silencio que le duele irse, pero que cada minuto ha valido la pena. El que lo fiche este verano, gana. Él es el mejor fichaje posible. Lo demostrará.