
El arzobispo italiano Diego Ravelli, como responsable de la Capilla Sixtina, pronunció ayer por la tarde las palabras extra omnes (todos fuera), tras las que se inició el cónclave para elegir el nuevo papa, que en principio debería salir esta semana. El impresionante techo de la sala de reuniones lo pintó Miguel Ángel durante más de cuatro años, tendido boca arriba, sobre una estructura de madera situada a 21 metros del suelo. Fue todo un sacrificio. Lo reflejó en un soneto sardónico escrito a su amigo Giovanni Da Pistoia, en el que le relata su tortura: “La barba apunta al cielo, y la nuca siento / sobre la joroba, y tengo pecho de arpía, / y el pincel gotea todo el rato sobre mí, / salpicando mi cara hasta convertirla en un taraceado pavimento”. El artista acabó harto de su obra, hecha al fresco, de tal manera que debía aplicar el pigmento antes de que se secara el yeso fresco. Casi tan hastiado terminó el papa Julio II, que le hizo el encargo pensando que acabaría antes y le costaría menos.

Imagen de la retransmisión por los medios vaticanos de la entrada de los cardenales en la Capilla Sixtina
Una vez muerto este pontífice, veintiún años después de completar el techo, Clemente II le ofreció trabajar en otro fresco en la pared del altar de la Capilla Sixtina sobre El juicio final, lo que resultaba menos complejo. Robert Hughes, en Roma, escribe que Jesús parece un implacable y apolíneo dios griego más que el juez y salvador de otros juicios finales. La división entre los salvados y condenados contrasta por implacable.
El cónclave empezó tras las palabras ‘extra omnes’ (todos fuera) del arzobispo Ravelli
El artista incluyó a san Bartolomé sosteniendo su propia piel, que le arrancaron en su martirio. Y allí, en esa piel, Miguel Ángel dibujó su propio rostro, una manera inquietante, casi fantasmal, de estar presente en la capilla. El enorme cuadro fue retocado años más tarde por Daniele Da Volterra tras el encargo de un papa de la familia Medici, Pío IV, que le ordenó adecentar algunas de las figuras desnudas con taparrabos pintados, lo que hizo que haya pasado a la historia como il Braghettone.
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Bajo las escenas del Génesis en el techo y frente al Juicio Final de Miguel Ángel, los 133 cardenales con derecho a voto, empezaron a debatir acerca del futuro de la Iglesia. Y, sobre todo, si, como deseaba Francisco, esta debe seguir avanzando por el camino de renovación que él trazó.