
Pese a los anuncios públicos de Israel y los acuerdos diplomáticos con países árabes, la entrada de ayuda humanitaria a Gaza continúa prácticamente bloqueada. Esta semana, Tel Aviv aseguró haber permitido la entrada de hasta 93 camiones de suministros a través del cruce de Kerem Shalom. Pero según la ONU y fuentes humanitarias sobre el terreno, la mayoría de estos vehículos siguen parados, sin poder avanzar hacia los centros de distribución donde se acumulan las necesidades urgentes.
Entre los camiones retenidos hay al menos diez con el logotipo de Unicef, otros cinco procedentes de Emiratos Árabes Unidos y un número indeterminado gestionado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Todos ellos transportan productos de primera necesidad como alimentos infantiles, harina para panaderías y suministros médicos.
No obstante, ninguno ha llegado a las manos de la población civil. “Para dejar las cosas claras, mientras que van llegando más suministros a la Franja de Gaza, no hemos podido garantizar la llegada de esos suministros a los almacenes ni los puntos de entrega”, aseguró Stéphane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU, António Guterres.
La explicación que ofrecen las autoridades israelíes es que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) están tomando precauciones para evitar que la ayuda llegue a manos de Hamás. Pero estas “precauciones” se traducen en una cadena de controles, registros cruzados, recargas y esperas que ralentizan hasta el extremo cualquier intento de distribución humanitaria.
Según Dujarric, Israel exige que los camiones descarguen su contenido en el lado palestino del cruce de Kerem Shalom, que luego se vuelva a cargar en otros vehículos, solo después de que los trabajadores humanitarios, sometidos también a controles independientes, accedan a recogerlo desde el interior de la Franja.
Desde Gaza, Amjad Al Shawa, director de la red de ONG palestinas, denuncia que Israel intenta “evadir la presión internacional afirmando falsamente que ha permitido entrar ayuda”. La misma afirmación comparten otras fuentes humanitarias sobre el terreno: “No se puede hablar de ayuda efectiva cuando los cargamentos están bloqueados entre vallas y pasos fronterizos”, insisten.
Mientras tanto, la situación humanitaria en Gaza es catastrófica. El PMA estima que unos 470.000 gazatíes sufren ya condiciones de “hambruna catastrófica” y el 100 % de la población vive bajo inseguridad alimentaria grave. Sin embargo, el volumen de ayuda que ha logrado ingresar apenas cubriría las necesidades inmediatas de un 3% de esas personas, según cifras divulgadas por Emiratos Árabes Unidos tras llegar a un acuerdo con Israel para enviar alimentos y suministros esenciales.
Israel solo busca mantener su imagen
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha admitido en reuniones internas —según diversas fuentes diplomáticas— que el control sobre el acceso de ayuda responde también a una estrategia de imagen. Las autoridades temen que imágenes de niños desnutridos y hospitales sin recursos puedan erosionar el respaldo internacional, especialmente, por parte de sus aliados clave como Estados Unidos, Francia o Alemania. En este contexto, permitir la entrada “mínima” de ayuda se plantea más como una medida de contención mediática que como una respuesta efectiva a la crisis humanitaria.
Con más de dos millones de personas atrapadas en un territorio donde la infraestructura sanitaria ha colapsado. Las panaderías funcionan a medias y las reservas de agua potable escasean, las organizaciones internacionales advierten que la ventana para evitar una tragedia aún mayor se está cerrando. La ayuda está técnicamente en Gaza, pero los gazatíes siguen sin poder acceder a ella. La situación es crítica, y cada hora que pasa sin distribución real de alimentos y medicinas es una condena para miles de civiles.